Mi noche con Maud


Jean-Louis, católico devoto, se instala en un pequeño pueblo buscando tranquilidad. En la iglesia conoce a Françoise, a la que él considera su pareja ideal. Pero accidentalmente Jean-Louis acaba pasando la noche con la sexy Maud, una mujer divorciada que representa todos los valores opuestos a él. Una noche que cambiará su vida.

akas: Ma nuit chez Maud, My Night at Maud’s, Mijn nacht bij Maud
1969, Francia, 110 min.
Director: Eric Rohmer Guión: Eric Rohmer Fotografía: Néstor Almendros Intérpretes: Jean-Louis Trintignant, Françoise Fabian, Marie-Christine Barrault, Antoine Vitez, Léonide Kogan, Guy Léger, Anne Dubot Fecha de estreno: 29 de marzo de 1970

Un comentario en “Mi noche con Maud

  1. El film elegido por la TV francesa para homenajear al cineasta el día en que se conoció su muerte, y uno de los más emblemáticos de toda su filmografía, convertido desde su estreno en uno de los clásicos indiscutidos del cine europeo moderno.

    Con un inicio casi mítico (el deambular del personaje de Trintignant por las calles de Paris en un pequeño pero rápido automóvil), el film está lleno de referencias cinéfilas, literarias, filosóficas, íntimas, autobiográficas y existenciales, en un momento en que Rohmer recoge los cambios ambientales (exteriores, internos) del hombre urbano contemporáneo (tambien burgués), encontrándose en la cumbre de su actividad creadora.

    Considerado por todos el mejor de sus «cuentos morales» junto a otra no menos mítica entrega (la absolutamente fascinante e igualmente magistral «La rodilla de Clara»), la cinta alcanza cotas de maestría jamás igualadas por su autor (en vez de hacernos «ver como crece la hierba», en este trabajo Rohmer apasiona, sugestiona, profundiza, conceptualiza y penetra en el interior de trama argumental, personajes, psicologías, motivaciones, crítica burguesa, relación egoísta-amorosa, dominación intelectual-carnal, feminismo frente a patriarcado, filosofía vital, urbanidad frente al campo, etc).

    Al comentar un film de Lelouch estrenado un par de años antes («Un hombre y una mujer»), ya incidí en el aspecto romántico y existencial de unos seres que andan perdidos entre los roles que les adjudica la sociedad contemporánea y la contradicción que esa imposición tiene con la rebeldía íntima que les fundamenta (con el miedo que tienen a ser ellos mismos, con su capacidad de dilucidar, con su propia introspección). Este film toma de algún modo ese punto de partida para adentrarse en la melancolía que supone sentirse fuera de todo cuánto te rodea (social, espiritual, ideológicamente hablando), y situarse en una especie de ingenuismo-idealismo-egoísmo-indiferencia (según la opinión/incomprensión de los demás), que queda muy lejos de la incomunicación que rastrean/significa a otros autores en estos mismos años (Antonioni, Bergman), y que es una de las preocupaciones «rohmerianas» más importantes y decisivas de toda su carrera.

    Cine en sentido verdadero (nada de entretenimiento o convención), en un ejercicio de libertad nada abstracta, nada estética o contemplativa, sino hundiendo sus raíces en la realidad que nos rodea (los personajes no están anclados en sí mismos, viven en un entorno reconocible, se mueven por impulsos reconocibles, están muy lejos de heroicidades, excentricidad o «buenismo»).

    Interpretaciones a tono con el resto del film (no sobra ni una coma, nada está descompensado o forzado, el film respira, está vivo en todo momento), en un alarde de brillantez al alcance de muy pocos.

    Vista la vasta producción de Rohmer (sus primeras inquietudes dentro de la ´Nouvelle vague´ con «El signo del León», sus primeros documentales para TV, su exquisitez en adaptaciones literarias como «La Marquesa de O», su maestría para el barniz sociológico-urbano y el estudio de personalidades en «La buena boda» o «Pauline en la playa», su capacidad de depuración hasta la mínima esencia en «La mujer del aviador» o «Cuento de invierno», su sorprendente renovación estética rozando el virtuosismo ético en «La inglesa y el duque» y «El romance de Astrea y celadón», su algo machacona pero valiosa redundancia en temas, fábulas y motivos burgueses de sus films de los años 80 y 90), este trabajo supone un antes y un después.

    Una obra estremecedora por su sinceridad, por su enorme vividez, que muestra plenamente el sentido y el significado de lo que supone el hombre moderno en el mundo moderno. Inolvidable de principio a fin (la escena de la playa, el inicio ya comentado, las miradas, diálogos, reflexiones, la arquitectura urbana, religiosa y moral, la confrontación de deseos, ambiciones, inquietudes, la tonalidad de la narración y su enclave formal, la fotografía, la música, las referencias a Pascal, la carga lúcida, el carácter personal e insobornable, etc), supone también un apunte exacto sobre temáticas que afloran en la sociedad y cobran su sentido ahora (Mayo del 68 a la cabeza).

    El mejor autor de su generación, en una obra de esas llamadas «minoritarias» que no lo son en modo alguno, y la película que mejor refleja las obsesiones, inquietudes y personalidad de su director.

    Una obra por la que no pasa el tiempo. Im-pres-cin-di-ble.

    Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.