La caza


Enrique, Paco, Luis y José son cuatro amigos, tres ya mayores y uno joven, que deciden pasar un día de caza. Mientras disparan los primeros cartuchos, el sol va endureciendo la tierra, árida y difícil. La zona en la que cazan fue escenario de viejos enfrentamientos durante la Guerra Civil. En cuanto llega la tarde, el carácter de los tres hombres mayores comienza a transformarse, aflorando en ellos viejos problemas que provocan un desenlace tan trágico como inesperado.

1966, España, 93 min.
Director: Carlos Saura Guión: Angelino Fons, Carlos Saura Fotografía: Luis Cuadrado Música: Luis de Pablo Intérpretes: Ismael Merlo, Alfredo Mayo, José María Prada, Emilio Gutiérrez Caba, Violeta García, Fernando Sánchez Fecha de estreno: 9 de noviembre de 1966


Compartieron cartelera el 9 de noviembre de 1966

Un comentario en “La caza

  1. Lo confieso sin rodeos: tengo debilidad por Saura. De su filmografía acepto todo, incluida esa etapa inicial más experimental, vanguardista, irritantemente simbólica y hasta hermética (La madriguera, Peppermint Frappé…), con sus arritmias, arbitrariedades y hasta caprichos oníricos. Pero, amigos, estamos hablando de uno de nuestros cineastas más brillantes, un verdadero autor, con varias obras maestras inolvidables de la historia del cine español (La prima Angélica, Flamenco, Tango, Iberia…) y un creador de imágenes talentoso y original como pocos (es, además, un apasionado fotógrafo, expositor reciente de colecciones propias y un fetichista de sus cámaras y objetivos) con un dominio abrumador de la puesta en escena. Si alguien tiene duda, pues que pase y vea esta “caza” maravillosa en cuanto la ocasión se la pinten calva que diría Carpanta (o alopécica, que digo yo).

    Además, sería muy aconsejable que lo hiciera, si no puede ser en la gran pantalla, con el dvd editado hace ya unos años en la magnífica colección sobre cine español del diario El País, pues en él se disfruta un extra, si bien muy breve, con declaraciones del propio Saura en donde da cuenta de la relativa penuria de medios con que contó para su rodaje (tuvo que coproducirla, a medias, con el gran Elías Querejeta: un millón de pesetas cada uno, tras haberle manifestado la industria un total desinterés por el proyecto). Y hasta nos convierte en divertidos cómplices de una simpática anécdota relativa al genial don Luis (Buñuel, claro), el cual, no obstante quedar encantado con la película, le objetó socarronamente que él hubiera utilizado “conejos mecánicos” (para cualquier amante de los animales hay varias secuencias ciertamente muy desagradables, sin que por ello yo cuestione su cruda necesidad).

    Con “La caza”, escrita por el propio Saura en colaboración con Angelino Fons (según se acredita en los títulos de crédito) y más allá de sus evidentes connotaciones bélicas y sociales (con sus alusiones a una “guerra” innominada del pasado reciente, obvia partera del franquismo), asistimos a lo que bien podríamos definir, parafraseando el título de una conocida novela, como la crónica de unas muertes anunciadas. Aquí no vamos a apreciar simbologías sutiles sobre la condición humana o la naturaleza sociológica del contexto espacio-temporal. Al contrario, vamos a ver desplegado en toda su crudeza, y con precisión cirujana, un auténtico muestrario de la cadena de humillaciones que estos personajes se infligen entre sí con regocijo y delectación.

    El odio, el resentimiento, el fracaso, la envidia, el sadismo, la venganza… son todas huellas indelebles en la naturaleza de estos seres que, como dije, se han reunido, después de muchos años, para con el pretexto de un encuentro amistoso: la cacería, compartir su inequívoca condición de fracasados, de humanos apestados como los propios conejos “mixomatosos” del filme, de “kamikazes” terminales.

    Esta sobrecogedora metáfora del mal (ese viejo conocido del alma humana), la sustenta el cineasta aragonés en un arsenal de imágenes de una belleza arrebatadora, a pesar de todo el rechazo suscitado por la violencia y la crueldad de las escenas. El portentoso trabajo del director de fotografía Luis Cuadrado es toda una epifanía de la mirada, del detalle perspicaz, del hallazgo feliz: esa especie de “travelling” epidérmico por el cuerpo semidesnudo de Alfredo Mayo; el ataque de los hurones en las madrigueras; la fuerza telúrica e infernal del coto de caza; las texturas de la piel; las gotas de sudor…y el calor, el achicharramiento, con la sinfonía inacabable de las chicharras. Bien acompañada, por cierto, por la muy descriptiva y un tanto militarista música del compositor Luis de Pablo.

    En definitiva, pura taumaturgia, radical embeleso y poder ineluctable de una mirada sensible al paisaje, al paisanaje y a sus circunstancias. Todo ello logrado gracias a unos actores deslumbrantes, poderosos y convincentes cuyo oficio es una celebración del arte interpretativo: el mentado Alfredo Mayo (marginado en la profesión para entonces, pero todavía en plena forma); Ismael Merlo (grandísimo actor teatral y de televisión); José María Prada (tan prematuramente desaparecido e intérprete inolvidable de tantos “Estudio 1” televisivos) y un jovencísimo Emilio Gutiérrez Caba, a punto de iniciar su particular correspondencia con una tal Berta en la opera prima de Basilio Martín Patino. Con mención especial para el gran Fernando Sánchez Polack en un breve pero ajustadisímo personaje al cuidado de la finca y de las artes de la caza y para la niña Violeta García, cuya presencia como eficaz, y para nada oscuro, objeto de deseo nos alegra la vista por unos instantes en medio de tanta miseria y barbarie.

    Lo dicho: una obra maestra absoluta.

    NB: hay edición en dvd, del 2009, de la distribuidora Manga.

    Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.