Río Grande


A punto de finalizar la Guerra de Secesión, el coronel Kirby, se ve obligado a quemar la hacienda de su esposa quien, resentida, no le dirigirá la palabra en los próximos 15 años, tiempo en el que tampoco le permitirá ver a su único hijo.

akas: Rio Grande, Rio Bravo
1950, USA, 105 min.
Director: John Ford Guión: James Warner Bellah, James Kevin McGuinness Fotografía: Bert Glennon Música: Dale Evans, Stan Jones, Tex Owens, Victor Young Intérpretes: John Wayne, Maureen O´Hara, Ben Johnson, Claude Jarman Jr., Harry Carey Jr., Chill Wills, J. Carrol Naish, Victor McLaglen, Grant Withers, Peter Ortiz Fecha de estreno: 17 de octubre de 1953


Un comentario en “Río Grande

  1. Después de varias revisiones en los últimos años de la mayor parte de los grandes clásicos del cine de John Ford, de nuevo vuelvo a confirmar que el gran director norteamericano de ascendencia irlandesa, es el cineasta de los sentimientos por antonomasia.

    A estas alturas nadie va a descubrir su gran calidad pictórica como componedor de imágenes indelebles, su esmerada dirección de actores de la “casa” fordiana (John Wayne, Henry Fonda, Maureen O‘Hara, Victor McLaglen, James Stewart…), su ritmo narrativo prodigioso, su profunda maestría en las secuencias de acción, su, en fin, permanente lección de autoría dentro de un cine muy marcado por los parámetros impuestos por el sistema de estudio-productora como era el de la época clásica del Hollywood dorado hasta principios de los sesenta.

    Vienen estas consideraciones a cuento por la reciente revisitación de su Río Grande (1950), excelente muestra de cine del género western, pero que yo me atrevo más bien a asignar a otro género más específico y preciso: el fordiano. Y es que las películas de este magnífico cineasta tienen pautas de estilo tan personalísimas que configuran, podríamos decir coherentemente, un modelo singular que se caracteriza por integrar equilibradamente las convenciones específicas de la historia rodada, con las de otros géneros invitados en perfecta armonía como el de la comedia (con las habituales peleas y rivalidades de indudable sesgo humorístico o la mirada entre cómplice y empática hacia el alcohol y su “alegría de vivir”), el del melodrama (silencios, miradas, conductas crecientemente emotivas), o el del musical (qué gran fuerza conmovedora la de las canciones de este filme: «I’ll take you home, Kathleen», en particular -gócese en el “yutú” del blog en versión de Johnny Cash-, o los desfiles de la caballería con el festivo y reconciliador «Dixie» final de los confederados derrotados).

    Como digo, en una película de Ford, y en ésta no podía ser menos dado su contexto, el conflicto más sugerente y enriquecedor se suscita siempre entre los sentimientos y los valores individuales (el compromiso, el sacrificio, el honor, la disciplina, la lealtad…) y el choque inevitable frente a los otros y la realidad circundante.

    En «Río Grande» asistimos, además, a un proceso de reconciliación amorosa, superador de los rencores y orgullos del pasado por el poder regenerador del amor con su extraordinaria fuerza sensual (¡ah, ese labio anhelante que se muerde ligeramente Kathleen-O’Hara!) y por el sacrificio consentido (finalmente compartido) ante las imposiciones del deber y el compromiso con el ejército. Una institución, por cierto, que en esta, como en otras películas de Ford, a un absoluto antimilitarista como el que suscribe, sin embargo siempre le conmueve por su convicción emotiva (algunos dirían que sentimentalista) al presentar los conflictos dentro del regimiento de caballería, como los propios de una “familia”, casi como los de una comunidad solidaria entre sus integrantes.

    En donde se avienen y compenetran, sin apenas fricción, los valores individuales con los corporativos e institucionales: militares que se sacrifican por la palabra dada, que creen y sienten en el corazón a su país y sus símbolos (desfiles y saludos respetuosos y solemnes), que hablan entre sí como amigos dejando caer las clásicas críticas (no por ello menos maniqueas) hacia los “políticos” de Washington. Precisamente, por ordenar políticas y estrategias logísticas equivocadas desde la distancia que, no obstante, se cumplen, sin que por ello, si la necesidad lo exige, dejen de llevarse a cabo las “correcciones” oportunas del profesional experimentado, individuo al fin.

    Así que, por tanto, hay razones sobradas y estímulos emocionales suficientes para recomendar este espléndido filme con el que John Ford acabó su conocida Trilogía de la Caballería (Fort Apache y La legión invencible, serían sus precedentes no menos rutilantes), rodado en paisajes de ensueño (Río Colorado, desiertos de Utah y Arizona…), bien resaltados por una fotografía extraordinaria de Bert Glennon, con una música arrebatadora de Víctor Young y con una mujer, una actriz, la divina Maureen O’Hara que si bien no muestra su deslumbrante belleza de pelirroja (la película es en blanco y negro), como lo haría poco después en la impagable «El hombre tranquilo» (1952), sí que, desde el minuto 24 en que aparece en pantalla, nos deja sin resuello hasta el final, no sin agravar nuestros males respiratorios al acompasar con un movimiento sutil de sus caderas el ritmo sincopado del “dixie” sudista con el que termina esta estupenda película del maestro.

    I’LL TAKE YOU HOME, AGAIN, KATHLEEN

    (JOHNNY CASH)

    I’ll take you home again Kathleen
    Across the ocean wild and wide
    To where your heart has ever been
    Since first you were my blushing bride
    The roses all have left your cheek
    I watch them fade away and die
    Your voice is sadden when you speak
    And tears bedim your loveling eyes
    Oh, I will take you by Kathleen
    To where your heart will feel no pain
    And when the fields are lush and green
    I will take you to your home again

    TRADUCCIÓN PERSONAL (I’M SORRY):

    «Te llevaré a tu hogar de nuevo, Kathleen,
    cruzando el amplio e indómito océano,
    allí donde tu corazón pertenece.
    Desde que fuiste mi ruborizada novia,
    las rosas de tus mejillas se han decolorado y
    veo que se marchitan.
    Tu voz se entristece cada vez que hablas
    y las lágrimas enturbian tus ojos amorosos
    Oh, te llevaré, Kathleen
    donde tu corazón no sufrirá
    Y cuando los verdes campos estén exuberantes
    Te llevaré a tu hogar, otra vez.»

    Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.