El desencanto


Leopoldo Panero, poeta, murió en 1962 en Astorga, donde había nacido. Catorce años más tarde, las personas que más íntimamente estuvieron ligadas a él, Felicidad Blanch, su viuda, y sus tres hijos, recuerdan aquel caluroso día de agosto. El recuerdo queda sometido a algo más que aquella fecha: surgen otras vivencias. Y a través de la palabra y del recorrido por habitaciones, objetos, calles y lugares perdidos, se desvela la historia de unos años y de unas personas unidas por vínculos familiares que en ningún momento huyen de la expresión de sus diferencias y de sus identidades.

1976, España, 97 min.
Director: Jaime Chávarri Guión: Jaime Chávarri Fotografía: Teo Escamilla Intérpretes: Felicidad Blanc, Juan Luis Panero, Leopoldo Panero, Michi Panero Fecha de estreno: 17 de septiembre de 1976

Un comentario en “El desencanto

  1. Uno de los inmensos placeres cinéfilos es el de la revisión, la relectura que diría un pedante, de las películas pasados los quinquenios. Si bien es cierto que nunca nos bañamos en el mismo río (Heráclito «dixit»), de nada y mucho menos de celuloide, no es tanto porque la corriente del cambio consustancial a la vida sea incontenible (al fin y al cabo, ahí siguen los filmes conservados ahora en soportes digitalizados más resistentes al tiempo, al decir de los entendidos), como porque nosotros, los espectadores, también experimentamos, y cómo, el ineluctable y ondulante sesgo perceptivo que nos hace situarnos frente al arte de un modo, podríamos decir, siempre renovado. En el cine lo comprobamos una y otra vez, como no puede dejar de ser.

    Aún es más constatable en el tipo de género híbrido entre el documental y la ficción en el que la película de Jaime Chávarri resulta paradigmática. Aquí prevalece un discurso-testimonio, una especie de terapia de grupo familiar en carne viva estimulada tanto por el alcohol como por el irresistible impulso de una vanidad entre histriónica y atildada. La familia Panero (Felicidad Blanc, la viuda del poeta astorgano fallecido en 1962, y los tres hijos: Juan Luis, Leopoldo María y Michi) se presta a una especie de impostado haraquiri frente a la cámara (sonría, por favor) en donde fluyen por igual la confesión descarnada de las frustraciones, decepciones y rivalidades afectivas; los odios soterrados; las coqueterías de la impostura; las ambiciones insatisfechas y, sobre todo, la sombra alargada del gran patriarca ausente: el vate Leopoldo Panero. Cuyo monumento escultórico en Astorga (León), no por casualidad aparece en los primeros planos del filme completamente cubierto por una sábana, como si se tratara de un ectoplasma corporeizado de voluminosas formas, constreñido a un permanente silencio en contraste con la alharaca, el gatuperio de su progenie.

    Es precisamente uno de los grandes méritos del docudrama de Chávarri el que la cámara haya dado todo el protagonismo a la oralidad desatada de los Panero. Sus escasos recorridos, breves, ajustados y conmovedores por los espacios y objetos íntimos del hogar de la casa en Astorga, le da un toque exquisito de ambiente pequeñoburgués (con la correspondiente sonata de Schubert de fondo), a un escenario que no por ello nos resulta menos circense. Todo lo contrario. Ya que en el testimonio de los lenguaraces Panero hay un poso denso y compacto de artificio, de impostura, que todo lo impregna. Y sin embargo, sus vivencias y confesiones procelosas nos encantan y convierten en inopinados cómplices, en sorprendentes «voyeurs».

    Hasta qué punto esta familia puede ser representativa de una época tardofranquista con sus hipocresías y mezquindades estructurales no seré yo quien lo sostenga, ante las evidentes singularidades de la estirpe de los Panero (Leopoldo María, con todas sus atribuladas peripecias psiquiátricas, se ha convertido en uno de los poetas más rutilantes según la crítica literaria). Tampoco el propio Chávarri, a pesar de que uno de sus estímulos iniciales (así lo declara en la breve pero enjundiosa entrevista que se incluye como complemento en el dvd editado hace unos años por El País en la estupenda colección de «Cine Español»), era precisamente sondear y profundizar en esa perspectiva sociológica, con el apoyo generoso y entusiasta del gran Elías Querejeta, a quien tanto debemos, por cierto, los cinéfilos españoles. Pero, en todo caso, y transcurridos los años, el tiempo, ese inclemente canalla, ha sido indulgente con este testimonio familiar, con este “desencanto chavarriano” que, nominalmente al menos, tanto tendría que ver con ese otro tiempo, el inmediato de la Transición política en nuestro país, en donde aflorarían, finalmente, todos los desencantos habidos y por haber como propios de una ciudadanía ingenua, infeliz e indocumentada. Así nos va.

    NB: la película fue editada en dvd en España hace dos o tres años por la distribuidora Manga Films respetando íntegramente su formato panorámico (1.78:1), de acuerdo con la información de la carátula. Condición técnica inexcusable de la que careció, sin embargo, el dvd editado por el periódico.

    Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.