Muñecos infernales


Un científico se escapa del penal de la Isla del Diablo acompañado de un banquero injustamente encarcelado. Ambos se esconden en el laboratorio del profesor, lugar en el que realizó junto a su mujer distintos experimentos para reducir a seres humanos. El científico muere y su compañero intentará vengarse.

akas: The Devil-doll, La Bambola del Diavolo, Hämnden, Les poupées du diable
1936, USA, 79 min.
Director: Tod Browning Guión: Garret Fort , Guy Endore , Erich Von Stroheim , Tod Browning Fotografía: Leonard Smith Música: Franz Waxman Intérpretes: Lionel Barrymore, Maureen O’sullivan, Frank Lawton , Robert Greig, Lucy Beaumont, Henry B. Walthall, Grace Ford, Pedro De Cordoba, Arthur Hohl, Rafaela Ottiano Fecha de estreno: 30 de agosto de 1937

Un comentario en “Muñecos infernales

  1. Llega el veranito por el secarral madrileño y, para mí, es tiempo de felicidad, de Filmo-Doré. Con lo que queda inaugurada la temporada de primeras sesiones fresquitas y cine clásico del principal. Y qué mejor que haberla estrenado hace unos días con una pequeña (en duración) maravilla de cine inquietante, creativo, fantástico (en la doble acepción de género y calidad) y excelentemente conservado: «The Devil-Doll», del maestro Tod Browning (1880-1962), cineasta sin par y profundamente original a la hora de exponer en la pantalla gran parte del catálogo de perversión, venganza, maldad y crimen de ese lado oscuro, no tan recóndito como pudiera parecer, de la naturaleza humana.

    El director norteamericano (Louisville, Kentucky), miembro de una compañía circense, actor y ayudante de dirección de David Wark Griffith en su obra maestra «Intolerancia» (1916) -tuve la fortuna de verla por primera vez en TVE, hace más de treinta años, cuando era costumbre emitir aquellos inolvidables ciclos sobre actores y directores, tan añorados y rememorados en este blog-, ya nos había dejado muestras rutilantes de su saber hacer con una filmografía abundante en títulos señeros, en su mayor parte rodados durante la época del mudo, entre los que destaca «Garras humanas» (1927), con el genial Lon Chaney. De los primitivos tiempos del sonoro a él pertenecen, asimismo, la famosísima «Drácula» (1931), con Bela Lugosi, que, salvo en la gótica secuencia de la aparición del vampiro, ha envejecido muy mucho y su ritmo, hoy por hoy, resulta soporífero. Y, atención, su gran obra maestra «La parada de los monstruos» (Freaks, 1932), por la que ha pasado a la historia del séptimo arte como creador único de una atmósfera de pesadilla en donde se invierten los valores y parámetros de la conducta y personalidad pretendidamente normales del hombre.

    Con estos otros “monstruos diabólicos”, filme rodado cuatro años después, Browning iba a suavizar muy mucho su contundente y explícita denuncia anterior sobre la crueldad humana. Aquí, tenemos otra historia de venganza, mucho más contenida y refinada, con notas más propias del cuento fantástico que de la pura narración de terror y con una apuesta fuerte por la redención esperanzada. Un banquero injustamente condenado a prisión mayor por la maquinación criminal y asesina de unos colegas, tendrá la oportunidad de resarcirse mediante la ejecución de una sutil e inventiva revancha.

    Dicho banquero, interpretado por el gran Lionel Barrymore («Capitanes intrépidos», 1937, de Víctor Fleming; «Vive como quieras», 1938 y «¡Qué bello es vivir!», ambas de Frank Capra, o «Cayo Largo», 1948, de John Huston, por citar algunos hitos de su soberbia filmografía), tras una exitosa fuga de la cárcel acompañado por otro recluso -un agonizante inventor-, se servirá de una especie de muñecos, de unas criaturas miniaturizadas pero dotadas de vida (y con la voluntad manipulable), para llevar a efecto su plan vengativo a la muerte de su “frankensteniano” creador. Un plan que le permite, además, hacer alarde de su arte transformista al disfrazarse de una gentil y bondadosa abuelita, Madame Mandilip, un personaje que Barrymore borda gracias a un convincente maquillaje y, sobre todo, a su maestría para ejecutar tanto los gestos como el verosímil timbre de voz de la venerable anciana. Junto a él, sobresale una guapísima Maureen O’Sullivan, liberada por fortuna de las correrías junto al hombre-mono, que interpreta conmovedoramente a su hija.

    En definitiva, una película desasosegante, imaginativa y seductora como pocas, después de más de setenta años, en la que las secuencias, en particular, de los adminículos liliputienses que operan como involuntarios cómplices vengadores, resultan deliciosas, prodigiosas de inventiva y muy inquietantes, a pesar de la relativa ingenuidad de los efectos especiales. Hasta tal punto, que no extrañará ver su decisiva influencia posterior en un clásico de la talla de, nada más y nada menos, que «El increíble hombre menguante» (Jack Arnold, 1957). Un encanto.

    NB: el filme está editado en dvd en España dentro de la estupenda colección “Los imprescindibles” que distribuye El Corte Inglés.

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