Max y los chatarreros


Max es un inspector de policía cuya política es atrapar a los criminales en plena acción. El casual encuentro con un viejo amigo, Abel, anima a Max a confeccionar un nuevo plan. Abel forma parte de una banda que opera en los suburbios de París, bajo la cobertura de una pequeña empresa de chatarreros. Max tratará de utilizar a su amigo para atraparlos.

akas: Max Et Les Ferrailleurs, Max i ferajna
1971, Francia, Italia, 112 min.
Director: Claude Sautet Guión: Claude Néron, Claude Sautet Fotografía: René Mathelin Música: Philippe Sarde Intérpretes: Michel Piccoli, Romy Schneider, Georges Wilson, Bernard Fresson, François Périer, Boby Lapointe, Michel Creton Fecha de estreno: 26 de noviembre de 1977

Un comentario en “Max y los chatarreros

  1. Si «Las cosas de la vida» (estrenada en 1969) puso en el mapa el nombre de un joven realizador francés que dibujaba con fuerza los condicionantes de la burguesía y las contradicciones del hombre moderno urbano y occidental, de un modo renovador frente al estilo ya considerado clasicista de un Chabrol, después el cineasta se dedicó en el resto de su obra a repetir la misma disección con cada vez peor resultado hasta llegar a la insufrible «Una vida de mujer» (estrenada en 1978). En los años 90, Sautet recupera fuelle y credibilidad con una lúcida y magnífica obra («Nelly y el señor Arnaud»), que pasó inadvertida en la cartelera.

    De entre todas sus películas de su primera etapa, destaca esta extraña y acaso sugestiva cinta, cruce entre la estética ´polar´ (Melville a la cabeza) y el intimismo propio del cine francés de los 70 (Truffaut, Malle, Francis Girod) con gotitas del intelectualismo-academicismo burgués (Chabrol, Bolognini, Tavernier, Granier-Deferre).

    El gran actor, todavía en boga y últimamente trabajando para Nanni Moretti, sublima y enriquece un personaje que ya había recreado antes (para Hitchcock en «Topaz») y que volverá a encarnar (para Berlanga en «Tamaño natural»), dando toda la complejidad posible a un papel que se debate entre lo oscuro y el vacío absoluto de la corruptibilidad, y enfrentado aquí a la maravillosa vulnerabilidad del personaje (también recreado posteriormente por la actriz con todavía más sordidez en «Lo importante es amar») de Romy Schneider.

    Lo que importa en este film es su forma y su contenido, su estructura, su planificación, su manera de narrar el interior y el comportamiento de los personajes, sus reacciones, su pasión, su forma de equilibrar diversos elementos hasta conseguir una obra de perturbadora sensibilidad, de abrumadora y cruel belleza.

    Sin llegar al nivel de una obra maestra, en cambio sí llegas a percibir el poderoso talento de un autor que se malogró demasiado pronto, ensimismándose en unas constantes fijas que acotaron en demasía su libertad creadora, su capacidad de análisis y su expresividad en la reflexión.
    Película de pequeñas dimensiones, de cierta austeridad formal, se convierte en grande al contemplar sus méritos, cuando el espectador la hace suya.

    Una estimable, certera, audaz cinta. Merece la pena descubrir el porqué de su fascinación, la causa de su singular valía. La recomiendo sinceramente.

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