El pecado de Cluny Brown


Cluny es una joven, apasionada de la fontanería como su tío, que es enviada por éste a servir como criada a una rica mansión inglesa, en los días previos a la Segunda Guerra Mundial. Los días como sirvienta son duros, pero los alegra un invitado a la mansión, refugiado checo que ha huido del convulso continente dominados por los nazis. Ambos se reconocen como almas desplazadas, pero ella no quiere nada romántico con su agradable nuevo amigo.

akas: Cluny Brown, Fra le tue braccia, La folle ingénue
1946, USA, 100 min.
Director: Ernst Lubitsch Guión: Samuel Hoffenstein, Elizabeth Reinhardt Fotografía: Joseph LaShelle Música: Cyril J. Mockridge Intérpretes: Charles Boyer, Jennifer Jones, Peter Lawford, Helen Walker, Reginald Gardiner, Reginald Owen, C. Aubrey Smith, Richard Haydn

Un comentario en “El pecado de Cluny Brown

  1. Una auténtica delicia del maestro Lubitsch para esta sensacional comedia llena de ingenio, cínica, aguda, afilada, punzante y del todo lograda, que cierra la etapa más célebre de su filmografía.

    En el momento de su estreno, aún no se podían calibrar realmente los cambios (tajantes) que la Segunda Guerra Mundial habia producido en la sociedad y las costumbres inglesas, y el film toma como punto de referencia la década anterior (los años 30).

    Una joven huérfana, de procedencia humilde y con tendencia a la ensoñación (y a quedarse algo absorta a veces), de personalidad noble pero acusada-advertida por su tío de «no saber cuál es su lugar» en la sociedad, y un profesor que huye de los nazis y es acogido por un joven adinerado en la casa que su familia tiene en el campo, sirven al cineasta para trazar con lucidez, burla-caricatura cariñosa (sin llegar a la sátira), desenfado, cierta acidez y una encubierta pero palpable melancolía, una radiografía veraz e implacable sobre la sociedad y las costumbres de un tiempo y un lugar, en el que las gentes se miden y se desenvuelven únicamente mediante el estricto cumplimiento del orden, la moralidad, la obediencia debida, la jerarquía y el inmovilismo.

    La mirada inocente y abierta de la juventud, la transgresión inconsciente hacia determinados valores, el no terminar de acostumbrarse-someterse a los límites de comportamiento y de clase establecidos-permitidos, la rebeldía interna (o subversión de cariz innato) y sincera, la búsqueda del amor como hecho idealizado, etc., se enfrentan a la rigidez, frialdad, el carácter inflexible y la incomprensión propias de los miembros del antiguo y decadente Imperio, y por extensión, de las sociedades civilizadas modernas.

    Conscientemente, las referencias a lo que se avecina (nazis, guerra) quedan casi eliminadas en este retrato primoroso y lleno de sutileza, en el que la entrada en escena de un personaje no foráneo (el profesor), un poco «de vuelta» hacia cuestiones como el miramiento social o la impostura personal, crea un ambiente perfecto para que Lubitsch incida en el elemento diferenciador y a la vez integrador que sobrevuela-sustenta todo el relato (la libertad efectiva del individuo).

    Hay una escena que sobresale del resto y que sirve como contundente ejemplo (la fiesta de cumpleaños y su posterior desarrollo), así como abundantes apuntes, referencias, detalles, trazos psicológicos, diálogos, etc., que acotan (y superan ampliamente) esta intencionalidad.

    Asimismo, el film es alentador en cuanto a la posibilidad de poder ejercer esa libertad, desmintiendo otras vías que la ficción suele utilizar de manera asumidamente realista (me viene a la cabeza una escena en ese sentido de «La edad de la inocencia», aparte que el film tiene algunos puntos en contacto con una película de King Vidor que ya comenté: «Noche nupcial»).

    Gran interpretación de su pareja protagonista (los inolvidables y algo menospreciados Jones y Boyer, ambos en la cumbre de su carrera), rodeados de nombres entonces prometedores (Peter Lawford antes de «Mujercitas» y de entrar en el «clan Sinatra», la fascinante, felina y magnética actriz Helen Walker), y de notables y entrañables secundarios (Sara Allgood, Reginald Owen, Ernest Cossart, Richard Haydn, Billy Bevan, breves apariciones de los casi míticos C. Aubrey Smith y Una O´Connor).

    A día de hoy, sigue maravillando ese otro «toque» que sólo Lubitsch poseía para poner inmediatamente de relieve el pro y el contra, el hecho concreto y su verdadera significación en determinados momentos de una narración que, a según que ratos parece una fábula, un retrato íntimo, una reflexión sociológica, una sustanciación campo/ciudad, un romance poético, etc., y cómo escenifica e identifica al instante las diferencias de tono y de sentido en el componente psicológico de todos sus personajes (en el film hay un estudio bastante más pormenorizado y exhaustivo de lo que parece sobre la filosofía femenina desde varios ángulos y perspectivas, el uso social predominantemente masculino que sigue imperando-seguimos arrastrando, el elemento y la visión intelectual de la realidad frente a lo popular, etc.), y del aliento romántico (aparecen cuatro perspectivas amorosas bien diferentes y contrastadas).

    En resumen, una obra que resiste plenamente el paso del tiempo, demostrando la majestuosidad y validez de su enorme director, uno de los diez mejores de la Historia.

    Película indispensable para todos los amantes del cine, muy recomendable para los admiradores del cine romántico, y sobre todo para los seguidores de ese tipo de cintas que, insospechadamente, «sientan» al espectador frente a su propio espejo.

    Una comedia inteligente, divertida, memorable, esencial. Una pequeña obra maestra.

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