Un perro andaluz


Filme surrealista que comienza con el rótulo «Érase una vez». Un hombre afila una navaja de afeitar mientras observa, asomándose al balcón, cómo una filosa nube corta la luna. Del mismo modo, él secciona el ojo a una mujer.

akas: Un chien andalou
1929, Francia, 16 min.
Director: Luis Buñuel Guión: Luis Buñuel, Salvador Dalí Fotografía: Albert Duverger, Jimmy Berliet Intérpretes: Simone Mareuil, Pierre Batcheff, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Robert Hommet, Marval, Fano Messan, Jaume Miravitlles

Un comentario en “Un perro andaluz

  1. Cuando en enero de 1929 Luis Buñuel y Salvador Dalí comenzaron a plasmar en el papel el torbellino de imágenes que, provenientes de sus respectivos sueños, estaban compartiendo, probablemente se hallaban lejos de adivinar el impacto y la conmoción que produciría su traslado al celuloide, aunque, tal vez, esto fuera precisamente lo que se habían propuesto con el mismo: dar un aldabonazo en la conciencia burguesa de la época.

    «Un perro andaluz» era el título de un libro de poemas de Buñuel que, desde 1927, tenía listo para ser editado. Algunos de los textos y poemas reunidos ya habían sido publicados de forma independiente en diversas revistas literarias (p. ej.: Ultra), desprendiéndose de ellos una visión novedosa, decididamente surrealista, con influencias de las metáforas greguerísticas de Ramón Gómez de la Serna y de la obra de escritores como Benjamín Péret del que Buñuel se declararía entusiasta seguidor. Agustín Sánchez Vidal, en este sentido, ha llamado la atención acerca de que sin conocer al Buñuel poeta de las palabras se escapan importantes matices del poeta de las imágenes.

    El guión definitivo de la película se intitularía como el libro mencionado, después de descartar hasta dos títulos diferentes: «El marista en la ballesta» y «Es peligroso asomarse al interior» (inversa alusión al rótulo de advertencia de los trenes). Es interesante, al respecto, resaltar la anécdota relacionada con Lorca, pues, al parecer, el poeta granadino se sintió aludido por dicho título, cuestión que negó con rotundidad en sus memorias Buñuel:

    «Cuando en los años treinta estuve en Nueva York, Ángel del Río me contó que Federico le había dicho que ‘Buñuel ha hecho una mierdesita así de pequeñita que se llama Un perro andaluz; y el perro andaluz soy yo’. No había nada de eso…. Era el título de un libro de poemas que escribí».

    En la segunda mitad de enero, Buñuel y Dalí se reunieron en Figueres (Girona), en un clima de armonía y entendimiento que sería determinante para la escritura final del guión: «Lo escribimos en menos de una semana, siguiendo una regla muy simple, adoptada de común acuerdo: no aceptar idea ni imagen alguna que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o cultural», nos cuenta el cineasta de Calanda en «Mi último suspiro».

    Una vez escrita, Buñuel comenzaría el rodaje el 2 de abril en París, incorporándose Dalí al final como actor en el breve papel de un marista (finalmente no saldría en el montaje definitivo) que es arrastrado junto a otro por el protagonista al tirar de unas cuerdas que también arrastran dos pianos con un burro podrido encima de cada uno, en una de las más célebres secuencias del cortometraje. El pintor ampurdanés aludiría a ella en su «Vida secreta de Salvador Dalí»: «esos asnos parecían vomitar su propia muerte sobre esas otras dentaduras que son los teclados del piano».

    Finalizado el rodaje el 17 de abril, «A chien andalou» se estrenó el 6 de junio en París en el Studio des Ursulines, obteniendo un rotundo éxito ante una concurrencia formada por intelectuales y artistas como Cocteau, Breton, Picasso, Ray, Eluard, Ernst…

    En estas mismas fechas Lorca pasaría por la capital francesa para embarcarse hacia los EEUU, en donde escribiría «Poeta en Nueva York» (con clara influencia surrealista), y un guión cinematográfico: «Viaje a la Luna», inspirado por la película de Buñuel.

    Consecuencia inmediata del estreno del film fue la admisión de Dalí y Buñuel en el grupo surrealista y la publicación del guión en la revista La Révolution surréaliste del mes de diciembre de 1929. Para André Breton era el equivalente cinematográfico de la escritura automática, la primera película surrealista en puridad que llevaba a la pantalla las bases metodológicas propuestas en su Manifiesto de 1924.

    El 8 de diciembre se estrenaría a su vez en el cine Royalty de Madrid, presentada por el propio Buñuel en una sesión especial organizada por el cine-club de la Gaceta Literaria. Desde uno de los palcos declararía el cineasta de Calanda que con su película «había tratado únicamente de hacer un llamamiento desesperado y apasionado al crimen».

    Los analistas, sin cuestionar su carácter surrealista, han enriquecido sus interpretaciones cinéfilas al considerar que es una crónica de la imposibilidad del deseo (Carlos Barbachano); una exposición coherente sobre el complejo de castración de la cultura burguesa (Francisco Aranda), o una petición de un ojo distinto al habitual (Jean Vigo). Al hilo de esta cuestión interpretativa es relevante traer a colación las palabras del maestro: «En lugar de tratar de explicar las imágenes, deberían aceptarse tal como son, ¿me conmueven, me repugnan, me atraen?. Con eso debería bastar».

    En los aspectos formales hay que enfatizar que Buñuel demostró un personal y creativo sentido intuitivo de la puesta en escena, con secuencias de portentosa imaginación como la del prólogo con el ojo seccionado por una navaja (da vida, por cierto, al personaje que la empuña) o la ya mencionada de los maristas, pianos y burros podridos. Asimismo será pionero en la introducción de los encadenados greguerísticos (Sánchez Vidal): metáforas visuales axila-erizo, timbre-coctelera (¡soberbio!), libro-revólver o mariposa-calavera.

    El lenguaje narrativo, de gran riqueza, presenta una amplia variedad de planos y encuadres de cámara (cenitales, en diagonal, de detalle) y un montaje original a base de fundidos, aperturas del objetivo, encadenados, sobreimpresiones y yuxtaposiciones de imagen, con uso ocasional del ralentí y de una atmósfera vagarosa (flou) para la introducción del flashback. Además es notable la intencionada ruptura de algunas de las transiciones (raccord) como, p. ej.: la secuencia final en donde la mujer, una vez abandonada la habitación, aparece de seguido en una playa con un nuevo amante, en un sugerente composición última que se ha interpretado como una paráfrasis del Angelus de Millet (Sánchez Vidal).

    La película, muda, incorpora una banda sonora con una selección de tangos y fragmentos del muy querido para Buñuel Tristán e Isolda wagneriano. En el mismo día del estreno parisino fue el propio cineasta quien, desde detrás de la pantalla, colocó en el pick-up los discos de acompañamiento.

    En relación con la participación de Dalí hay que afirmar con claridad que se limitó a la colaboración en el guión, con la breve actuación apuntada, siendo responsable único Buñuel de la dirección, del montaje y de la producción al financiarla con 25.000 pesetas que le había dado su madre. Finalmente, es curioso reseñar la anécdota contada por Carlos Saura acerca de que cuando Geraldine Chaplin era niña, su padre, el genial Charlot, le atemorizaba con algunas escenas de «Un perro andaluz», según se puede leer en las imperecederas memorias de Buñuel: «Mi último suspiro».

    Como conclusión, transcribo las muy bellas y elocuentes palabras del gran Octavio Paz: «El carácter subversivo de los primeros films de Buñuel reside en que, tocados apenas por la mano de la poesía, se desmoronan los fantasmas convencionales (sociales, morales o artísticos) de que está hecha nuestra realidad. Y de esas ruinas surge una nueva verdad, la del hombre y su deseo. Buñuel nos muestra que ese hombre maniatado puede, con sólo cerrar los ojos, hacer saltar el mundo».

    Bibliografía consultada:

    * ALBERICH, Enrique: “El discreto encanto del sueño hecho cine”,
    Dirigido por, 107, septiembre 1983
    * ARANDA, Francisco, El surrealismo español, Lumen, 1981
    * BARBACHANO, Carlos, Buñuel, Salvat, 1986
    * BUÑUEL, Luis, Mi último suspiro, Plaza y Janés, 5ª ed. Mayo 1985
    * SÁNCHEZ VIDAL, Agustín, Luis Buñuel. Obra cinematográfica, JC, 1984
    * —-, Buñuel, Lorca, Dalí: el enigma sin fin, Planeta, 1988

    NB: este comentario se complementa con el dedicado al siguiente filme surrealista de don Luis: «La edad de oro» (1930).

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